Amar a los demás con amor de madre significa estar tan vacíos de uno mismo, tan humildes y abiertos a escuchar la voz de la conciencia, que el amor se hace efectivo y hace historia.
Foto: Proyecto Quilombo do Carmo (São Roque SP) - registro pre-pandemia
Nadie podrá experimentar la maternidad perfecta, pero todas podemos creer que el amor es posible, haciendo fructífera nuestra vida como ciudadanos, padres y madres, estudiantes, trabajadores y políticos, jóvenes y mayores, sanos y enfermos.
En las colinas de Tierra Santa, en tiempos muy cercanos a nosotros, una madre de profunda fe enseñó a sus hijos el arte del perdón y del diálogo aprendido en la escuela de la vida. Una pequeña señal en esa tierra, cuna de la civilización, siempre en busca de la paz y la estabilidad, incluso entre creyentes de diferentes religiones.
Margarita relata: “A nosotros, sus hijos, ofendidos por algunas expresiones de rechazo de otros niños que eran vecinos nuestros, la Madre dijo: 'Invitad a estos niños a venir a nuestra casa'. Ella misma compartió el pan fresco, que acababa de hornear, para que se lo llevaran a sus familias. Desde entonces hemos construido relaciones amistosas con esas personas”.
Chiara Lubich dice que las cosas grandes y pequeñas, pero siempre maravillosas, se hacen realidad en quien cree en el amor. Podríamos escribir libros y más libros con los hechos que lo prueban. En la vida cotidiana, abramos el corazón a la escucha, con la confianza de que el amor se hará realidad.
En este tiempo de preparación a la Navidad y de reunión familiar, procuremos vivir el amor fraterno. Confiados en este desafío, hagamos renacer el amor también hoy, en nuestros hogares y en nuestras calles, en la aceptación recíproca, en la escucha profunda del otro, en el abrazo fraterno, como el de una verdadera madre.
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